
Hay quien la llama Catalina, pero realmente no tiene nombre, esta es una gata muy especial que hace ya más de cuatro años fue recogida por una bióloga colaboradora. Una noche de lluvia apareció en las inmediaciones de Titulcia junto a su casa en pleno campo, venía empapada y enferma con una cinta roja adornada de brillantes de bisutería al cuello, conservando toda la dignidad de los felinos, como una extraña mensajera. Justamente la chica se trasladaba por motivos de trabajo y la mejor solución fue llevarla al centro de rescate hasta encontrarle un nuevo dueño. Después de tantear a unas cuantas personas y al tiempo de ir ganándole cariño, cada vez nos resultaba más difícil entregarla, sin embargo y teniendo en cuenta lo más adecuado, conseguimos una persona – de una asociación felina - que nos daba total confianza para su cuidado. Una tarde a las siete vinieron a recogerla, mansa e indiferente se fue hacia su nueva casa. Al día siguiente a las nueve de la mañana – la hora de inicio de la jornada – había un coche aparcado a la puerta, en él regresaba “Catalina”, al parecer se comportó como una auténtica indomable y en tan pocas horas hizo la vida imposible a sus adoptantes, hasta el punto de atacarlos furiosamente. De algún modo decidió no ser adoptada y quedarse para siempre con esos raros abandonados, al fin y al cabo también resulta exótico ser toda una gata persa. Desde entonces hasta la fecha ha sido sin duda testigo de excepción de todo lo que ha ocurrido en Exotarium, compañera de todos, nos ha dado un toque hogareño que necesitábamos, ahora cuando ya toca marcharse ella será la última en hacerlo, espero que a Lola – a quien adora – la permita hospedarla en su casa y que algún día – si quiere - nos cuente toda la historia. Gracias “gata”.
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